miércoles, 1 de abril de 2009

A vueltas con el telescopio

Lo que son las cosas, ya no se puede fiar uno ni de wikipedia.

Ayer pude asistir a la conferencia del profesor Mariano Esteban Piñeiro acerca del origen del telescopio y el papel jugado por los constructores españoles en el desarrollo de esta tecnología. Si por algo se caracteriza el profesor Piñeiro es por ser un experto en historia de la ciencia, pero desde la perspectiva de un científico, no de un historiador, esto pasa necesariamente por una confianza únicamente en los hechos, en las fuentes. Así descubrí que todo cuanto se dijo acerca de Roger Bacon y pude leer no tiene que ser necesariamente cierto, al menos en los libros de Roger Bacon no aparece ninguna descripción de ningún telescopio, no se del origen de esta idea pero se nos presenta dudosa.

Lo que si me quedó claro es que el origen del telescopio sigue perdido, muy perdido. Al parecer si se sabe que en la antigua Roma ya se usaban lentes, al menos como juguete, así que el paso de jugar con lentes a un telescopio... a saber en que momento ocurrió. Si nos paramos a pensar en las fuentes resulta que la más antigua de la que se tiene conocimiento es de constructores españoles, la familia Roget de Barcelona. No se afirman ellos como los inventores del telescopio, parece claro que aquello era un invento que ya existía, pero si parecen ser unos pioneros a los que el propio Galileo copió.

La última consecuencia de la conferencia de ayer deja la imagen de Galileo un tanto maltrecha, como un comerciante sin escrúpulos, con sed de dinero, no dudaba en pedir altas sumas de dinero por cosas que poco más o menos eran aire o no valían ni de lejos lo que pedía. Aparte, NO fué el primero en usar el telescopio para mirar al cielo, y puede que nisiquiera fuese el primero en mirar júpiter a través de un invento de estos.

De nuevo la historia se emborrona, pero como siempre se emborrona especialmente para los españoles. En el resto de paises se esmeran en sacar lustre a su historia y venderla como algo fantástico mientras en España los españoles ignoramos muchos detalles de la nuestra, mucho y muy malo ha pasado desde que España fuese la primera potencia económica, militar y científica. Hoy somos un pais de pandereta, complacidos de ello o acostumbrados a caminar con la cabeza baja, demasiado vagos para recordar lo que fuimos otrora, así nos va.

Un saludo.

jueves, 26 de marzo de 2009

¿Telescopio? ¿Qué invento es este?

Cosas de la ignorancia propia y adquirida, propia por no haber solventado antes lo que era un dato erróneo en los conocimientos de uno, y adquirida porque aquellos de quienes tenía que tomar mis conocimientos padecían el mismo defecto informativo. Aunque finalmente ya algo más crecidito tuve la oportunidad de responder correctamente a esta pregunta ¿Quién inventó el telescopio? y la respuesta es absolutamente cierta pero insatisfactoria, no tengo ni idea.

Hasta ese momento en el que se subsanó el error la respuesta era fácil, el telescopio era un invento de Galileo, padre del Sidereus Nuncius. Aún recuerdo con cierta sonrisa el aire de superioridad que sentí al ver a Morgan Freeman en la película "Robin Hood" manejando un rudimentario telescopio, en ese momento levanté la mano y afirmé "eso es mentira, Galileo inventó el telescopio", que atrevimiento ¡un niño corrigiendo a Hollywood!. Finalmente resultó que ese niño estaba equivocado, a Galileo "solo" corresponde el honor de ser el primero al que se le ocurrió utilizar y perfeccionar aquel invento para su uso astronómico, el asunto del inventor puede no ser tan fácil. En cualquier caso digno de remarcar ese primer momento de la observación astronómica con telescopio cuyo aniversario da motivo a la celebración de este Año Internacional de la Astronomía.

La pregunta sigue en el aire, ¿quién inventó semejante instrumento?, en el momento en que se me sacó de mi error el nombre que substituyó a Galileo fué el de Hans Lippershey, y fueron los trabajos de este los que acabaron en manos de Galileo. Lippershey era alemán de nacimiento, allá por el año 1570 (mucho después del contexto histórico de las historias de Robbin Hood por cierto), aunque de niño su familia se mudó a Holanda y posteriormente (boda mediante) se convirtió oficialmente en ciudadano Holandés. Como toda buena historia de inventores esta tiene su leyenda, leyenda en la que no podía faltar ese accidente fortuito chispa que inflama la inventiva del protagonista. Según la leyenda Hans Lippershey era un sencillo constructor de lentes, artilugios que se utilizaban para jugar, y en un uso práctico para la construcción de anteojos rudimentarios, anteojos que en España algunos conocemos como quevedos, en honor de nuestro insigne escritor, famoso usuario de este invento. En un hecho completamente fortuito uno de los hijos de Lippershey mientras jugaba alineó dos lentes del taller de su padre con la feliz casualidad de que este pudo apreciar la capacidad de aquella disposición para hacer más grandes los objetos lejanos. Sea como fuere el caso es que Hans Lippershey se presenta en 1608 ante las autoridades holandesas con un diseño de telescopio con intención de patentarlo. Eso si se le puede otorgar sin dudar, porque no está tan claro el hecho de que él fuese el inventor del telescopio pero si parece claro que fué el primero en solicitar la patente. Esa patente por cierto no se le otorga aunque fué muy bien recompensado por el gobierno holandés, no pasaba para nadie desapercibido el potencial militar de aquel invento al poder ver al enemigo con más detalle cuando está aún lejos.

El motivo por el que el gobierno holandés no le otorga la patente a Lippsershey parece ser el hecho de cuando él trató de patentar "su" invento este ya era conocido por muchas personas, e incluso aparecía descrito teóricamente en obras de científicos anteriores a él. Así pués Lippershey parece no ser tampoco el inventor del telescopio y se queda solo con el título de pionero en su construcción y primero en solicitar patente, que al final para algunos es lo que vale, al menos algo parecido ocurre con las células que van de un lado a otro con su aparato de Golgi, estas células viven felices pero ignorantes de que realmente aquello debería llamarse aparato de Ramón y Cajal. Cosas de que si bien Ramón y Cajal fué el primero no tuvo posibles para publicar su descubrimiento antes que el científico italiano.

Otro nombre entra en liza cuando el hijo de Zacharias Janssen acusa a Hans Lippershey de robar el invento del telescopio a su padre. Desde luego tampoco parece que el inventor del telescopio fuese realmente Janssen, lo que si se le suele atribuir a este otro constructor de lentes holandés es la invención del microscopio compuesto (sencillo diseño juntando dos lentes convexas). Lamentablemente entre las aficiones de este caballero se encontraba también la falsificación de monedas de cobre, plata y oro españolas, turbio trabajo que le llevó a ser hervido en aceite y por el que acarrea fama de deshonesto. Así que con la honestidad de Jannsen manchada me temo que el microscopio pasa a tener un padre discutido, al igual que el telescopio. Es dificil ponerle un nombre a estos artilugios, al final con la óptica parece parar como con la alquimia, sus orígenes se pierden en el tiempo y el anonimato.

Mi viaje buscando el origen del telescopio va llegando a su fin en la Inglaterra del siglo XIII, ya que parece ser que Roger Bacon introdujo entre sus muchos trabajos una descripción de nuestro invento misterioso. Roger Bacon (1214) era monje franciscano, filósofo, teólogo y a la sazón científico, en su tiempo fué conocido por el sobrenombre de "Doctor Admirable" y debo decir que ese sobrenombre no le viene ni mucho menos grande. En la época que le tocó vivir a Roger Bacon la ciencia no se caracterizaba por ser precisamente empírica, más bien era ciencia infusa Dios mediante, cosas de la Edad Media. Además en esa época se contaban con muy pocas traducciones decentes de los trabajos de Aristóteles, casi nadie sabía griego y eso molestaba profundamente a un intelectual de la talla de Roger Bacon que necesitaba un conocimiento más fidedigno de las cosas que se le malexplicaban y tanto le interesaban, la ciencia griega. Bacon por tanto aprende griego, y además se interesa por los que consideraba herederos de la sabiduría de los antiguos griegos, el pueblo árabe, y al igual que ellos se vuelve un empirista, es decir, un valiente partidario de la experimentación al igual que un contemporáneo suyo, Alberto Magno, gran alquimista patrón de la Facultad de Ciencias de Valladolid y más específicamente de los químicos. En definitiva un valiente capaz de anteponer la experimentación a la inspiración divina en una época de oscurantismo, aunque no nos olvidemoos de que no dejaba de ser monje franciscano. En 1266 Roger Bacon escribe al Papa pidiendo su autorización para la realización de una especie de gran enciclopedia sobre los conocimientos científicos de la época, eso si, con la iglesia como coordinadora, pero al contar con la autorización papal Bacon se cubría las espaldas por sus ideas revolucionarias. Así que parece ser que entre todos aquellos trabajos recopilados para crear la enciclopedia se incluía uno en el que se describía el telescopio y además se sugería que esta herramienta sería de gran utilidad para el estudio del cielo. Bacon escribió en total tres libros, el Opus Maius, el Opus Minus y el Opus Tertium, que envió en secreto al Papa Clemente IV. El motivo de este secretismo era que si bien contaba con la autorización papal (es más el papa le urgió para la redacción de esos libros), en la orden franciscana era imperativo contar con el beneplácito de la orden antes de hacer público ningún escrito, Bacon se saltó este trámite porque la idea de que la mejor manera de saber más acerca de la creación era la comprobación a través de experimentos era poco mas o menos que inadecuada. Al final la orden de los franciscanos se encargó de llevar a Roger Bacon a la carcel, donde murió tras 10 años de condena. Otro hecho lamentable es que el Papa Clemente IV murió antes de poder siquiera tener en sus manos el primer tomo de la enciclopedia.

Así pués ¿sería Roger Bacon el inventor del telescopio? Quizá parezca más plausible el que Roger Bacon supiese del telescopio por su afición a la ciencia griega y árabe. Así que perdemos la pista al inventor del telescopio y al final Hollywood puede que no estuviese equivocado en la película "Robin Hood" y aquel niño sabiondo deba rendirse ahora y decir "estaba equivocado".

martes, 24 de marzo de 2009

El arquitecto Lamela y sus dudas sobre la contaminación lumínica

Hace ya tiempo que uno está casi acostumbrado a leer y escuchar barbaridades todos los días, especialmente relacionadas con la astronomía, pero debo admitir que aún me queda capacidad de asombro, al menos asombrado me quedé en el momento en que por primera vez leí esto:

http://www.ifema.es/prensa/ficha_nota2_es.jsp?id_elemento=46313&feria=1754&fecha=01/01/2007&pagina=1

La nota de prensa se hace eco de unas declaraciones del señor Antonio Lamela hablando sobre el tema de la contaminación lumínica, declaraciones desde mi punto de vista bastante desafortunadas.

En primer lugar es lejanamente posible que no se sepa quién es este señor, por ello a modo de resumen diré que se trata de un arquitecto bastante importante que ha dejado su impronta en forma de edificios emblemáticos en ciudades como Madrid, edificios como las torres Colón, el estadio Santiago Bernabeu o la T-4, esta última a medias con Rodgers, ese otro genio urbanístico que en breve hará de Valladolid un lugar mejor según dicen él y los responsables del Ayuntamiento. En definitiva estamos hablando de una persona con amplios conocimientos técnicos, con gran talento para la arquitectura y que habla desde una posición de autoridad, autoridad que le proporciona una gran trayectoria como arquitecto, por eso sus declaraciones me parecen más dañinas.

Otras veces he leído cartas al director de alguna persona que con el atrevimiento que solo puede dar la ignorancia calificaban el tema de la contaminación lumínica como un exceso de los ecologistas, algo absolutamente nimio, y por supuesto uno ya está acostumbrado a que la misma ignorancia (unida a la despreocupación) haga que los políticos nunca hablen de esto hasta que les tocan los bolsillos. Digo esto último porque ha habido que esperar a que nuestro gobierno decidiese eliminar la tarificación nocturna de la electricidad para que en ciudades como Valladolid se empiecen a tomar medidas en aras de la eficiencia energética en el alumbrado público, sencillamente porque ahora eficiencia energética es igual a eficiencia económica más que antes, clama al cielo que solo aprendamos a palos. A modo de apunte quiero remarcar que esta medida me la podría esperar de un gobierno de derechas, perdón, quería decir de centro, pero que desde un gobierno socialista tomen medidas que van a hacer que esas familias de las que tanto dicen preocuparse paguen más me parece bochornoso, eso si, nos van a regalar bombillas de bajo consumo, muchas gracias por despilfarrar dinero público para arreglar absolutamente nada, aunque eso es harina de otro costal y me metería en un debate político, cosa que no persigo. Tras este pesado prólogo creo que va siendo hora de analizar lo que tan poco me ha gustado leer.

Poniendo en contexto estas declaraciones para aquellos que no han querido leer el link arriba indicado debo decir que aún más sorprendente que la persona que las hace es el hecho de que las hace mientras habla de sostenibilidad y arquitectura, cito textualmente de la fuente ya indicada: “Lamela considera que debemos ser sensatos, lógicos y, sobretodo, aportar soluciones asumibles desde una perspectiva económica y funcional, y que haga de los edificios un elemento que dure muchos años, por que para eso se han concebido.”. Vamos, que lo que después dice lo hace en medio de una disertación sobre funcionalidad y de economía, lo que no hace otra cosa que dejar en evidencia una profunda contradicción en sus palabras. Reproduzco a continuación el párrafo que ha dejado anonadado a este apático aficionado a la astronomía:

“Hemos pasado de la iluminación con un candil a multitud de retos grandiosos como los actuales. Proyectos para iluminar ciudades, monumentos, o kilómetros de autopistas, son grandes obras que pueden traspasar nuestras miras terrestres. Es decir, el dimensionamiento de un proyecto de iluminación puede ya considerarse desde una perspectiva terrestre como extraterrestre. A todos nos gusta admirar la Tierra; esas imágenes nocturnas donde aparecen iluminados los grandes núcleos de población”. El veterano arquitecto tiene sus dudas acerca de la contaminación lumínica: “la perspectiva para abordar la contaminación con luz es terrestre, olvidando la belleza de esta luz desde el espacio. Y sobretodo, estamos obviando el inmenso logro que representa para la Humanidad disponer de la luz a todas horas… El arquitecto actual tiene nuevos retos técnicos. Nuevos horizontes para convertir lo estático en dinámico”.

Y se habrá quedado tan ancho después de decir esto. Ya que hablamos de perspectivas hablemos de la perspectiva del sentido común, pensaba incluir la prudencia pero como creo que de eso falta bastante en esas declaraciones voy a permitirme la imprudencia de afirmar que este insigne urbanista no tiene demasiada idea de las implicaciones de lo que dice.

Desde la ignorancia urbanística y únicamente con el sentido común de mi lado debo decir que a mi parecer la única perspectiva desde la que se debe abordar un proyecto de iluminación es la perspectiva de la eficiencia. Parece que nos olvidamos de que la luz que sale de esas bombillas es energía, y de que la energía tiene un precio no tanto económico como medioambiental, y como el medioambiente es terrestre me voy a permitir decir que a mi la perspectiva extraterrestre me parece una soberana bobada. Además debo solicitar que no se me incluya en ese “a todos” con que empieza esa rotunda afirmación. A mi no me gustan esas fotos de la Tierra de noche, a mi no me gusta ver lo que debería ser un espacio oscuro lleno de puntitos luminosos, a mi no me gusta ver como millones de vatios que pagamos todos se dispersan por el espacio, a mi no me gusta ver como se contamina un poco más el planeta para obtener energía que luego tiramos al espacio y que no usamos, y por último, a mi no me gusta que para ver puntitos luminosos ahora tenga que ver una foto de la superficie terrestre de noche y tomada desde el espacio cuando antes podía levantar la cabeza y ver las estrellas.

En medio de los problemas energéticos que sufrimos, en medio de toda esta concienciación ecológica a este señor le parece bello el espectáculo del derroche, no es bello es algo bastante penoso, tan penoso como al que se le ocurre incendiar un monte porque el fuego le parece bello. Esto último no es demagogia, porque en este momento la energía que utilizamos no viene en su mayoría de fuentes de energía renovables, viene de fuentes de energía contaminantes, así que preguntémonos cuántas toneladas de carbón, o petróleo, se han quemado para suministrar energía a esos maravillosos y bellos proyectos de iluminación, porque a lo mejor el precio de esas bellas fotografías ha sido el de unas cuantas toneladas de dióxido de carbono en la atmósfera, o el de la aparición de desiertos en lo que antes era tierra fértil. La belleza que tanto le gusta al señor Lamela seguro que no le ha parecido tan estupenda a aquellos que ya sufren en sus carnes los efectos del cambio climático, y por supuesto que esta llamada contaminación lumínica no es la única culpable, pero lo cierto que es una ayuda. Muchos se han quedado solo en las primeras líneas de la definición de lo que es contaminación lumínica, es decir, el brillo artificial del fondo del cielo debido a la luz que emitimos al mismo, ese brillo anaranjado que cubre nuestras cabezas en la noche y que hace que el fondo naranja del cielo brille más que las estrellas. Muchos se piensan que la contaminación lumínica es cosa que solo afecta a los astrónomos, que se acaba en ese cruel robo en el que nos sustrajeron la belleza del cielo nocturno, de una noche estrellada. Pues no acaba ahí, la contaminación lumínica lleva incluida una contaminación medioambiental absolutamente innecesaria. Desde luego a mi no me apetece pagar tan alto precio por esas imágenes que tanto aprecia el señor Lamela.

Hay que tener en consideración también el efecto dañino que estas luces artificiales tienen sobre la fauna. Habría que ver cómo la antinatural iluminación nocturna altera lo natural y tiene consecuencias perniciosas para la fauna, claro que esto es natural según el señor Lamela: “todo lo que deriva de la actividad humana, de su interacción con el medio, es tan natural como la del resto de integrantes vivos de la Naturaleza” es perfectamente natural que una forma de vida inteligente altere la única herramienta que tienen otras especies para discernir lo que está bien, su instinto, de manera que lo que estas han aprendido en millones de años de contacto con la naturaleza de repente no sirva para nada exponiéndolas a su destrucción. Es una forma de selección natural, aquellas especias tan tontas como para verse influenciadas por un bello proyecto de iluminación merecen desaparecer por inadaptadas, algo perfectamente natural, tan natural como la contaminación y el cambio climático, son cosas tan naturales como lo que deriva de la interacción de cualquier otro ser vivo. Semejante sentencia no puede provocarme otra cosa que una profunda repulsa.

Y para ir acabando, yo no me olvido de ese lamentable espectáculo de las fotos nocturnas, lo que si estamos consiguiendo olvidar en este planeta es la belleza del Universo. Gracias a estos avances tecnológicos, a esta maravilla que es disponer de luz en cualquier momento del día y utilizarla muy mal y demasiado, cada vez conozco más y más niños que en su vida han contemplado la belleza de la Vía Láctea en una noche de verano. Niños que ya no alzan la cabeza para ver el cielo sencillamente porque se han acostumbrado a no ver nada más que un mortecino resplandor naranja. Así pagamos al firmamento el progreso que nos ha ayudado a alcanzar, ocultándolo tras un velo de porquería y estupidez. Todas las civilizaciones han mirado siempre al cielo con preguntas, y la resolución de esas preguntas nos ha dado grandes ventajas que han contribuido a la prosperidad de muchas civilizaciones, como poder anticipar la fecha de las crecidas del Nilo, o hacer posible la navegación que llevó a intrépidos aventureros a explorar tierras perdidas en el océano, sin olvidar que la observación del Universo ha servido para saber mejor quiénes somos y dónde estamos, aparte de habernos planteado mil dudas y misterios, quizá el mejor regalo puede recibir un ente inteligente, algo en que pensar. Después de ese papel tan fundamental que ha jugado en nuestro progreso desde los albores de la humanidad decidimos con arrogancia que podemos prescindir de él porque nosotros podemos ofrecer un espectáculo más bello, la contaminación lumínica proveniente de bellos proyectos de iluminación de perspectiva extraterrestre.

No me extraña que tenga dudas al respecto de la contaminación lumínica, deja patente que no se ha parado a pensar en ella con profundidad, debería pensarse mejor hacer según que afirmaciones con tanta alegría. El señor Lamela es un respetado urbanista, y en cuestiones de urbanismo y arquitectura jamás le discutiré nada por ser como es una autoridad, pero en el tema de la contaminación lumínica ha sido demasiado atrevido a mi modo de ver. Sinceramente, vistas sus opiniones a este respecto no puedo hacer otra cosa que pedir, en el nombre del sentido común, que no se tengan en cuenta sus afirmaciones, y esperar que nunca lleve a término ningún proyecto bajo esa ideología, ni él ni ningún otro. Además quiero dejar patente que tras estas declaraciones cualquier sentimiento de admiración por este hombre que pudiese tener debido a sus obras quedará siempre empañado por lo que creo que es una flagrante falta de respeto por la naturaleza. Eso si, me alegraré mucho si algún día recapacita cambia de opinión, mientras tanto no me caerá especialmente simpático.

Un saludo